Como Lograr la Igualdad Racial

Por: Sheij Moulānā Muḥammad Salīm Dhorat ḥafiẓaẖuḻāẖ

Más de medio siglo después de la Declaración de los Derechos Humanos y los sacrificios históricos de los movimientos por los derechos civiles en los Estados Unidos en la década de los sesentas, el mundo sigue siendo testigo de una indignación global por los niveles de racismo institucional que persisten en la sociedad. En una época en la que el concepto de derechos humanos es ampliamente defendido, especialmente en el Oeste, los incidentes de injusticia racial todavía golpean los encabezados de los diarios. El reciente asesinato de un africano estadounidense en los Estados Unidos es uno de esos ejemplos.

Ciudadanos de aquellos países que hacen las reclamaciones más fuertes y afirman y ser los campeones de los derechos humanos se arrojaron a las calles, y sus líderes políticos, en general, reconocieron que su causa era justa. Aunque había restricciones y se limitaban las reuniones públicas por la pandemia de coronavirus, los manifestantes pusieron sus vidas en riesgo para salir a las calles y demostrar al mundo que el flagelo del racismo es una amenaza más grave que el coronavirus. Después de tantos años de tener leyes y organizaciones para garantizar los derechos humanos ¿por qué el racismo y los derechos civiles están aún sin resolverse? La respuesta simple es que la idea de una superioridad racial todavía no ha dejado los corazones y las mentes de la gente.

En general, nos encontramos con que los derechos humanos sólo se observan debido al estado de derecho, en lugar de ser un valor humano fundamental. Somos testigos de que donde los derechos humanos pueden ser violados sin temor a repercusiones legales, sólo unos pocos tienen la decencia de defenderlos. En países donde el Estado de derecho es débil, los vulnerables en la sociedad como los pobres y las minorías raciales están oprimidos. Las leyes que se establecieron para garantizarlos se ven comprometidas por aquellos con riqueza e influencia, quienes son capaces de asegurar la inmunidad legal y evadir la rendición de cuentas.

Leyes y estatutos definitivamente tienen su lugar en el establecimiento de la justicia, pero estos sólo pueden tratar los síntomas del racismo y la desigualdad, no la causa de raíz, que es una enfermedad del corazón. Muḥammad (ṣaḻāẖu ‘aleihi wa saḻam – la paz y las bendiciones de Aḻāẖ sean con él), el Mensajero de Aḻāẖ (Subḥānẖu wa Ta‘ālā – Todas las alabanzas sean para Aḻāẖ el Altísimo), logró lo que hoy en día parece inalcanzable, y lo hizo en un lapso de sólo 23 años. Fundó una sociedad donde cada vida importaba y cada individuo era igualmente valioso: negro o blanco, hombre o mujer, adulto o niño, hábil o incapacitado, rico o pobre. Esto es porque, además de estipular derechos y principios de igualdad, el purificó los corazones y removió la suciedad del prejuicio en las personas.

La atención que le dio a esta purificación y sus resultados pueden demostrarse con un incidente que involucra a dos de sus compañeros, Seiyidunā (nuestro líder) Bilāl (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu – que Aḻāẖ sea complacido con él) y Seiyidunā Abū ḎẔaṟ (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu). Una vez cuando Seiyidunā Abū ḎẔaṟ (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu), un árabe de una tribu noble, se refirió a Seiyidunā Bilāl (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu), un abisinio, como el hijo de una mujer negra, Nabī (ṣaḻāẖu ‘aleihi wa saḻam) se disgustó y lo amonestó.  Seiyidunā Abū ḎẔaṟ (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu), al darse cuenta de su error, estaba tan arrepentido que se lanzó a sí mismo al suelo y juró que no se levantaría hasta que Seiyidunā Bilāl (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu) colocara su pie sobre la cabeza de Seiyidunā Abū ḎẔaṟ (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu) [como para pisar la actitud racista].

Por cierto, un abisinio de relativamente baja posición social, sintiéndose libre de quejarse de un árabe indígena, indica lo exitoso que fue Rasūluḻāẖ (ṣaḻāẖu ‘aleihi wa saḻam) en fomentar la igualdad en la Sociedad. Además, el incidente muestra que un miembro humilde de la sociedad sentía que podía acercarse a la autoridad máxima del estado, sin temor al rechazo o la censura.

Seiyidunā Anas (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu) relata otro incidente de cómo un ciudadano común confió en presentar su queja  ante el líder del día. Seiyidunā ‘Amr ibn Al-‘Ās (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu)  era un árabe y había sido nombrado gobernador de Egipto. Su hijo hizo una carrera de caballos con un hombre de descendencia egipcia y el egipcio ganó.  El hijo de Seiyidunā ‘Amr ibn Al-‘Ās (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu) decidió que iba a castigar con su látigo de jinete al pobre egipcio ganador, argumentando que él era miembro de una familia noble. La víctima buscó refugio en la corte de Amīrul-Mu’minīn (El líder de los creyentes) ‘Umar (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu). Seiyidunā ‘Umar (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu) convocó a Seiyidunā ‘Amr ibn Al-‘Ās (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu) y a su hijo, y el egipcio recibió justicia.

Seiyidunā ‘Umar (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu) luego reprendió a Seiyidunā ‘Amr ibn Al-‘Ās (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu), a pesar de que había sido inconsciente del incidente y la víctima le había presentado la queja.. Seiyidunā ‘Umar (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu) lo criticó por ser negligente y se aseguró que los prejuicios no se arraigaran en el corazón de su hijo. La declaración que hizo fue tan relevante para la lucha actual por la igualdad y la no discriminación racial, como lo fue en esa ocasión. Le dijo: “¿Desde cuándo has empezado a ver a la gente como esclavos siendo que nacieron libres?”

La división y segregación existen en la sociedad porque hay barreras en los corazones. Solo una estrategia que se enfoque en en el corazón puede derribarlas con éxito. Esto es lo que Rasūluḻāẖ (ṣaḻāẖu ‘aleihi wa saḻam) hizo. Demolió el ídolo de superioridad racial que habitaba en los corazones, así como demolió los ídolos de piedra que distanciaban al hombre de su Creador.

El día de la Liberación de la Makkaẖ en el año 8 después de la Hiỵraẖ, (comienzo del calendario islámico marcado por la emigración de la Makkaẖ a Madīnaẖ en el año 630 de la era cristiana) marcó el fin de la era de opresión sufrida por los primeros musulmanes. Ese mismo día histórico también fue testigo del respeto que se le dió al mismo abisinio, Seiyidunā Bilāl (raḍiyaḻāẖu ‘anẖu), cuando se le instruyó que se subiera al techo de la Ka‘bah sagrada para hacer la llamada a la oración i.e. el Aḏẕ·ḏẕān [llamado al rezo].

Otorgarle un puesto de tal honor a un hombre negro envió un mensaje claro a las masas que al igual que la Ka‘baẖ sagrada [la casa / primer recinto sagrado a Dios] había sido limpiada recientemente de los cientos de ídolos que anteriormente residían en ella, los corazones de los hombres también deben ser limpiados del ídolo de la superioridad racial y la intolerancia. En esa ocasión, Aḻāẖ Subḥānẖu wa Ta‘ālā reveló el verso del Sagrado Qur’ān:

¡Oh humanidad! Te hemos creado a partir de un hombre y una hembra y te hemos hecho en naciones y tribus para que puedan reconocerse unos a otros; verdaderamente, los más nobles de entre ustedes ante Aḻāẖ son los más piadosos de entre ustedes; de hecho, Aḻāẖ es El que Todo Sabe, El que Todo lo ve. (49:13)

Al año siguiente, durante la despedida de Ḥaỵỵ [peregrinaje obligatorio a la Makkaẖ], Rasūluḻāẖ [Muḥammad el mensajero de Dios] (ṣaḻāẖu ‘aleihi wa saḻam)  declaró:

¡Oh gente! ¡Escucha atentamente! De hecho, su Rabb (El Señor Todo Proveedor) es uno y de hecho tu padre [Ādām ‘aleihi salām – la paz sea con él] es uno. ¡Escucha atentamente! Un árabe no tiene superioridad sobre un no árabe, ni un no árabe tiene superioridad sobre ningún árabe; una persona blanca no tiene superioridad sobre una persona negra, ni una persona negra tiene superioridad sobre una persona blanca, excepto en virtud de taqwā [temor de cometer la desobediencia de Dios]. (Aḥmad)

El único criterio de superioridad es el taqwā, es decir, el nivel de conciencia de Dios en una persona. Cuanto mayor sea el nivel de taqwā de una persona, más sinceras y genuinas son sus acciones y atributos, y es superior por su nivel de virtud y mérito. En el Más Allá, la gente será juzgada por este mérito, no por su raza, ni por su riqueza o algo más.

De hecho, Aḻāẖ Subḥānẖu wa Ta‘ālā no mira sus formas y apariencias, mira sus corazones y sus acciones. (Muslim)

El que se desvía (del estatus de los justos) por sus acciones (deficientes) no será acelerado (a su estado) por su linaje (alto). (Muslim)

La sociedad que fue creada por Rasūluḻāẖ (ṣaḻāẖu ‘aleihi wa saḻam) fue una donde la verdad fundamental de los seres humanos y la igualdad, estaba arraigada en los corazones y las mentes. Las características físicas, las apariencias y circunstancias mundanas de un individuo, no hacían que uno no reconociera los méritos del individuo. Raza, riqueza y nivel social ya no eran un impedimento para ser un miembro igualitario de la sociedad. Siempre que los ojos de una persona blanca cayeron sobre una cara negra, esos ojos notaron el mérito del individuo, no el color. Al transformar los corazones, el Mensajero de la Misericordia (ṣaḻāẖu ‘aleihi wa saḻam) transformó a la sociedad y proporcionó la verdadera cura para el racismo.

Por lo tanto, además de establecer derechos legales y obligaciones justas para todos los miembros de la sociedad, el Islām también se desenvuelve a nivel del corazón humano, purificándolo de sus rasgos negativos, permitiéndole y empoderando al hombre para cumplir con los derechos y obligaciones de una sociedad justa. Ambos de estos son esenciales hoy en día si el mundo desea presenciar la verdadera igualdad, donde cada vida realmente importa.

Editorial de Riyāḍul anna (Vol 29 No. 8)

Traducido por Muhammad Isa A.