El legado de la madrasaẖ (escuela islámica)

Por Sheij Moulānā Muḥammad Salīm Dhorāt (ḥafiẓaẖuḻāẖ)

Nuestros hijos asisten diariamente a la madrasaẖ. Sin embargo, nosotros, como padres, no le damos mucha importancia por considerar a los madāris meramente como lugares que cuidan a los niños de la Ummaẖ (comunidad islámica). Los vemos, al igual que a las guarderías, como lugares en que se imparten enseñanzas básicas. Debemos darnos cuenta de que hasta que no le demos la importancia debida, seguiremos despreciando el rendimiento y progreso de nuestros hijos.

Un legado trascendental

La madrasaẖ no es una institución insignificante: es en la madrasaẖ donde empieza a arder la llama del Īmān (Fe), es en este ambiente en el que la luz del Īmān penetra primero el corazón de un niño musulmán y es en la madrasaẖ donde se les enseñan los principios morales a nuestros pequeños hijos.

Es en la madrasaẖ donde aprendimos que mentir es algo muy malo y que siempre debemos decir la verdad. Es ahí donde se nos advirtió contra el uso del lenguaje obsceno y donde se nos enseñó que robar, engañar y oprimir a los demás es malo. La madrasaẖ nos inspiró a no ser la piedra en el zapato de nuestros padres y a cuidar de los ancianos, huérfanos y viudas. Fue en la madrasaẖ donde aprendimos que debemos ser amables con nuestros vecinos, independientemente de que sean musulmanes o no.

La madrasaẖ nos enseñó incluso cosas que hacemos naturalmente ahora que somos adultos, como la simple pero recompensante acción de remover un obstáculo del camino. La buena moral y el carácter por los que somos elogiados como adultos fueron obtenidos a través de la madrasaẖ. Todas las enseñanzas con las que estamos familiarizados y que hoy son parte de nuestra vida surgen de ahí. Examinando cada buena obra que realizamos y cada mal que detestamos y evitamos, estaremos presenciando el legado del período de nuestra vida entre la edad de cuatro o cinco años hasta los trece o catorce años, es decir, los años que pasamos en la madrasaẖ.

Los madāris benefician a la nación

La madrasaẖ no solamente les proporciona a nuestros hijos beneficios con relación al más allá, sino que también les proporciona bienestar en este mundo; incluso los padres reciben beneficios en este mundo. Un niño que fue obediente, diligente y puntual durante su época en la madrasaẖ se convertirá en un medio de tranquilidad y alegría para sus padres. La madrasaẖ es extremadamente valiosa para el país también porque produce buenos ciudadanos, independientemente de que esta se encuentre en un país islámico o en un estado secular. En la madrasaẖ se les enseña a los niños a respetar los derechos de los demás y se les advierte con gran cuidado y preocupación que se abstengan del consumo de drogas, del alcohol, de los robos, del vandalismo y de cualquier otro tipo de comportamiento antisocial. Esto contribuye para una sociedad unida y estable, lo cual es una bendición enorme para toda la humanidad.

El Profeta Muḥammad ﷺ vino a este mundo como una misericordia y todas sus enseñanzas están llenas de misericordia. Lo que se enseña en la madrasaẖ es lo que enseñó el Profeta Muḥammad ﷺ. Su vida, su carácter, sus interacciones, etc.: conforman la base de lo que aprenden nuestros hijos. Cada niño que asiste a una madrasaẖ se familiariza con estas enseñanzas proféticas y queda preparado para incorporarlas, servir a la humanidad y esforzarse para que esta progrese.

Las responsabilidades de los padres hacia sus hijos

Para que un niño se beneficie al máximo de la educación que le ofrece la madrasaẖ a la que asiste, es necesario que los padres trabajen en conjunto con la madrasaẖ. Los padres no deben pensar que por dejar a sus hijos en manos de la madrasaẖ han cumplido con la responsabilidad que les corresponde respecto a la educación de ellos. Es lamentable que algunos padres se sientan satisfechos solamente por haber matriculado a su hijo en alguna madrasaẖ. Pero incluso aquellos que se toman el tiempo de buscar una que ofrezca buen ta‘līm (enseñanza) y tarbiyaẖ (crianza) deben abstenerse de pensar que al haberlos matriculado han cumplido con su responsabilidad.

Son los padres quienes serán interrogados por Aḻāẖ Ta‘ālā acerca de la educación de sus hijos. Si los maestros, el director y el personal administrativo fallan en cumplir sus responsabilidades, ellos también tendrán que rendir cuentas por sus acciones, pero son los padres quienes serán interrogados y considerados los principales responsables por cualquier negligencia respecto a sus hijos.

Aḻāẖ Ta‘ālā le exigirá a cada padre que responda dos preguntas respecto a sus hijos: ¿qué ‘ilm (conocimiento sagrado) y qué ādāb (buenos modales y etiquetas sociales) les enseñaron? Cada madre y padre tendrá que responder por cada uno de sus hijos. Y en ese momento, ningún padre podrá culpar al maestro de su hijo o al presidente de la madrasaẖ.

Es el deber de los padres darles el ta‘līm y tarbiyaẖ correctos a sus hijos. No pueden exonerarse de esto. A la luz de lo mencionado, los padres deben mantenerse observando el rendimiento de sus hijos atenta y cuidadosamente. En caso de que una madrasaẖ no esté cumpliendo con su responsabilidad de educar y formar a sus hijos, los padres deben manifestar su preocupación. Y si las quejas de los padres no son abordadas adecuadamente, entonces deben sacar a su hijo de esa madrasaẖ y matricularlo en otra. Es como cuando un niño se enferma y lo llevamos donde un doctor; observamos el progreso del niño y, si nos parece que no está recibiendo el tratamiento adecuado, se lo informamos al doctor. Si después de abordar la situación con el doctor unas cuantas veces la salud del niño no mejora y consideramos que no merece la pena seguir visitando a ese doctor, buscamos un doctor mejor. Así como los padres son responsables del tratamiento físico de sus hijos, también es necesario que asuman la responsabilidad de su crianza y educación religiosas.

Cooperación entre los padres y la madrasaẖ

Los padres deben cooperar con la madrasaẖ y tratar de entender sus objetivos y finalidades también. Si una madrasaẖ enfatiza la puntualidad y la asistencia regular, y ofrece muy pocos recesos a lo largo del año lectivo, los padres deben cooperar. Por ejemplo, si el personal docente o el comité de una madrasaẖ particular considera necesario acortar las vacaciones para que se puedan completar las horas del plan de estudios, los padres deben asegurarse de que su hijo asista. Los responsables de esta decisión son conscientes de que permitir vacaciones más largas dará como resultado bajo rendimiento académico, religioso y social, por lo tanto, los padres deben cooperar con la madrasaẖ. Una enorme cantidad de tiempo y esfuerzo es dedicada para decidir qué es lo mejor para nuestros hijos.

Siendo partícipe del sistema educativo de la madrasaẖ y del dārul ‘ulūm (institución islámica de enseñanza superior), soy de la opinión de que, más que el dārul ‘ulūm, es la madrasaẖ de crucial importancia para la comunidad musulmana, puesto que el noventa por ciento de los niños musulmanes pasarán por ella. No todos los niños musulmanes van a participar en el Tablīġ Ỵamā‘aẖ (grupo de personas que se dedican a invitar a los demás al Dīn), o a asociarse a un sheij (mentor espiritual) para obtener guía espiritual, o a permanecer en compañía de los ‘ulamā (sabios), o a cursar estudios en un dārul ‘ulūm; sin embargo, casi todos los niños estudiarán en una madrasaẖ. Este hecho es suficiente para que entendamos la fundamental importancia del sistema educativo de la madrasaẖ en la educación que recibirán nuestros hijos para convertirse en buenos musulmanes, que servirán de ejemplo para la sociedad.

Por consiguiente, todos debemos trabajar juntos: el director, los maestros y los padres. La cooperación nos permitirá construir un futuro seguro para nuestras futuras generaciones; un futuro en el que los masāỵid (mezquitas) seguirán siendo concurridos y visitados, y en el que prevalecerá el ambiente Dīnī (religioso) que hoy damos por sentado, y en el que la sociedad en general seguirá beneficiándose con buenos ciudadanos. Nuestros hijos son el futuro. Que Aḻāẖ Ta‘ālā nos ayude, nos bendiga y nos guíe en esta noble labor. Āmīn.

© Riyāḍul Jannah (Vol. 15, n.º 12, dic. del 2006)